Los paganos tributaban culto a los Ríos por la ventajas que les reportaban para el comercio y la fertilización de las tierras. Primeramente los egipcios eleveron el Nilo a la categoría de un dios. Siguiendo su ejemplo los etolios divinizaron el Aqueolo, los frigios el Escamandro y los romanos el Tíber.
En los templos de Grecia y Roma figuraban las estatuas de los principales Ríos, hechas de bronce o de oro. Eran representados bajo la figura de venerables ancianos de frondosa barba, pelo largo y rozagante, llevando una corona de juncos en la cabeza. Aparecen recostados entre las cañas, apoyándose sobre una urna inclinada, de la cual mana el agua que forma el río, cuyos destinos rigen.
Alguanas veces se les representa bajo la forma de un toro para significar los mugidos de sus ondas o porque las sinuosidades de un río tienen mucho parecido con los cuernos de este cuadrúpedo.
Fragmento transcrito del libro Mitología griega y romana, de J. Humbert.
13/3/07
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